Algunos dolores de espalda, rodillas o cervicales pueden estar provocados por adoptar una mala postura al caminar, al estar sentado o al dormir. Pero tener una buena o mala postura corporal no siempre es una decisión voluntaria.
En algunos casos, tener poca flexibilidad o músculos poco tonificados hace que nuestros movimientos no sean fluidos ni naturales y que el cuerpo se llene de vicios posturales que acaban por provocar lesiones más graves. En otros casos, es la persona la que descuida su forma correcta de moverse y va adquiriendo estas pequeñas manías que, a la larga, acarrean consecuencias. También hay casos en los que una mala postura es debida a problemas de salud, ya sean enfermedades motoras, neuronales o musculares, entre otras patologías.
Los efectos de una mala postura
La importancia de cuidar la postura
Mantener una buena postura tiene beneficios para todo el cuerpo. Ayuda a centrar el peso, a mantener el equilibrio y nos permite realizar todo tipo de movimientos –especialmente durante la práctica deportiva–. Hay que cuidar la postura corporal en todo momento, sobre todo:
Los problemas de trabajar sentado
En los últimos tiempos, agachar la cabeza a la hora de utilizar el teléfono móvil o la tableta se ha sumado al número de causas de las posturas incorrectas, y también el aumento de trabajos de oficina, en los que hay que estar mucho tiempo sentado. Revisar la postura que adoptamos en el trabajo es esencial para que, a la larga, no nos pase factura.
En trabajos de oficina o en cualquier empleo en el que se requiera estar sentado la mayor parte del tiempo, elegir una silla ergonómica es fundamental para prevenir futuras dolencias, ya que la postura que se adquiere juega un papel protagonista. También en nuestra casa, cuando hacemos teletrabajo. Tras largas horas sentados de manera incorrecta, podemos desarrollar problemas de espalda, sobrecarga en los hombros o mala circulación en las piernas.
Para mantener una postura correcta, el primer paso es seleccionar una silla adecuada, que reúna una serie de características que los asientos no ergonómicos no satisfacen.
También los elementos que usamos en la oficina habitualmente deben estar en una posición concreta para evitar adoptar malas posturas:
¿Qué es la propiocepción?
Para poder corregir la postura corporal, primero debes de ser consciente de tu propio cuerpo en cualquier situación. Como en muchos otros casos, el mismo organismo tiene ya mecanismos de análisis para este cometido. Es el caso de la propiocepción, o sistema propioceptivo, un elemento fundamental a la hora de trabajar con el movimiento y la postura.
Si desglosamos la palabra, veremos que significa “tener consciencia de uno mismo”. Se trata, pues, de la consciencia que tenemos de nuestra propia forma, de cómo están colocadas las piezas de nuestro cuerpo. Y de cómo las podemos mover de forma óptima. El cuerpo tiene la capacidad de detectar el movimiento y la posición de las articulaciones a través de la información que recibe nuestro sistema nervioso central. Cuando los músculos, tendones y ligamentos se estiran o se relajan, cuando hacen cualquier movimiento, envían señales para informar a nuestro cerebro. Así es como sabemos, por ejemplo, que tenemos las piernas cruzadas o el codo doblado.
La vista y el equilibrio también se coordinan con el sistema propioceptivo, aportando datos complementarios. Toda esta información se mezcla en el cerebro para poder tener una imagen corporal, saber dónde estamos y en qué postura nos encontramos (de pie, sentados, rectos, torcidos). Saber y entender cómo nos estamos moviendo y, así, poder ajustar correctamente y con precisión todos los movimientos, desde los deportivos más complejos hasta los más comunes y sencillos.
Manos a la obra
La propiocepción es responsable de mantener la postura corporal. Es importante, pues, entrenarla con ejercicios que envíen el máximo de información sobre la colocación de músculos y huesos. Eso será beneficioso para todo nuestro cuerpo, pero, especialmente, para algunas partes como la espalda, menos visibles (esto reduce la información que llega sobre ellas al cerebro y las hace más vulnerables a las lesiones).
Podemos trabajar el sistema propioceptivo a través de ejercicios de equilibrio y coordinación, con cambios de nivel e incorporando materiales como aros o el bosu (la semiesfera de goma que se encuentra habitualmente en los gimnasios), pero también con elementos más cotidianos, como un cojín, una pelota o, simplemente, levantando una pierna. Este tipo de ejercicios obliga a que el cuerpo se reajuste y rectifique su posición de manera automática, dotándolo de más información, y más correcta.
Si notas algún dolor persistente –especialmente si no logras atribuirlo a ningún otro problema de salud ya diagnosticado, a un golpe o a un mal gesto–, es muy probable que sea debido a una mala postura corporal. Lo ideal es acudir a un centro especialista para que determine qué lo está provocando y de qué forma puedes mitigarlo. Recuerda ponerte siempre en manos de profesionales.