El organismo humano es un sistema inestable y abierto, lo cual implica que, para poder subsistir y vivir, se tiene que dar una aportación constante de energía e intercambio de materiales con el medio externo del ecosistema.
Esta realidad biológica se desarrolla básicamente a través de la respiración, alimentación/nutrición, excreción, que conforman el metabolismo.
Los órganos implicados son la piel (interna: mucosas; externa: dermis, epidermis, hipodermis), pulmones, intestino, hígado, riñones, cerebro y resto de órganos que configuran el sistema respiratorio, digestivo, hepatobiliar y neurológico.
La piel, como frontera porosa que es, realiza funciones fisiológicas protectoras, aislantes, respiratorias, nutritivas, emuntòries o eliminatorias, comunicativas, estéticas… Por lo tanto, es vital cuidarla para mantenerla sana.
Destacamos pues la importancia y el porqué de acompañar el tratamiento estético con dietas específicas, por una razón obvia: optimizar el tratamiento.
En el decurso del proceso de vaciado de las células de grasa (denominadas adipocitos), que se produce con los tratamientos anticelulíticos y reductores, los cúmulos de grasas no se funden de manera milagrosa. Cuando los adipocitos se rompen y se vacían, las grasas movilizadas pasan al torrente linfático y sanguíneo para ser expulsados al exterior, en última instancia a través de los riñones con la orina, y a través de las heces.
De hecho, en un tratamiento estético está implicado todo el organismo y no solo la piel.
Si seguimos, por lo tanto, una dieta apropiada, ayudando a la reducción de grasa en zonas concretas como por ejemplo el abdomen o las caderas, por ejemplo, podemos conseguir unos resultados más óptimos y rápidos.
En el próximo artículo os propondremos dietas y recetas para poder practicar fácilmente y favorecer la mencionada visión holística de los tratamientos estéticos.
Pilar Betriu, dietista-nutricionista Centro Médico Atlàntida